Con la cosecha de la uva, Sotillo de la Adrada, como otros muchos pueblos del Valle del Tiétar entra en ese periodo de recolección que, desde hace cientos de años, acompañan cada otoño las tareas para la preparación del vino, un arte que se repite cada año como un ritual.

Antiguamente, estos días se consideraban casi festivos y todos los componentes de la familia tenían que colaborar en los trabajos de la vendimia, recogiendo la uva en capachos y transportados éstos, hasta la Cooperativa en burros y caballos. En la actualidad, las cosas han cambiado, recogiéndose en recipientes de plástico y transportando luego la uva, en furgonetas hasta la Cooperativa.

La cosecha en esta ocasión, según parece, resultará excelente debido a la escasez de lluvia de este año, y entre las variedades de uva que se recogerán está la del albillo, de color amarillo dorado y aroma característico, y la garnacha negra, mucho más abundante que la anterior, que dará lugar a carnosos vinos rosados y a tintos jóvenes, afrutados y de atractivo color, siendo la responsable de que los tintos alcancen esa fuerza y acidez esencial, que proporcionará a nuestro paladar un recio y contundente sabor.